lunes, 26 de septiembre de 2016

De barrera a barrera

María Moreno Ponce
Hoy entrevistamos a María Moreno, estudiante de magisterio bilingüe, y una ferviente aficionada a la caza.


TC. Hola María, ¿de dónde te viene la afición por la caza? 

MM. Mi afición viene de la mano de mi padre. Él fue quien cuando empezó a mostrarme la naturaleza y este mundo cuando aún era muy pequeñita, con tan solo seis años, ya seguía sus pasos y soñaba con llegar a ser cazadora. 


TC. ¿Qué tipo de práctica cinegética realizas? 

MM. Realizo tanto la caza mayor como la caza menor, aunque sin lugar a dudas, la caza mayor es mi plato fuerte, bien sea montería, rececho o espera. 
Desde hace un año para acá, me he iniciado también al tiro al plato, quedando campeona en damas en las modalidades de Compak y Recorridos de Caza de mi Región y habiéndo participado en los dos respectivos campeonatos de España, quedando cuarta de España en mi categoría el pasado fin de semana en el Campeonato de Recorridos de Caza. 


TC. ¿Cuál es la modalidad que más te apasiona? 

MM. Sin lugar a dudas, la espera al jabalí es la que roba mis sueños. La primera vez que pasé una noche en el monte en busca de los jabalíes, tenía tan solo seis años, y desde aquel día hasta el día de hoy, creo que no existe algo más emocionante que vivir la caza acompañada de la soledad, desde el epicentro del silencio, esperando al rey de la noche. 


TC. Sabemos de un duro percance de caza que tuviste, ¿cómo fue? ¿qué pasó? 

MM. Como siempre digo, la caza me ha dado los mejores momentos de mi vida, y también me ha dado los peores momentos y recuerdos que para siempre tendré. Hace seis temporadas, en el 2010 con 15 años, mientras disfrutaba de una jornada de caza menor acompañada por mi padre y unos amigos, uno de estos últimos disparó al viso con una bala de escopeta al ver un conejo correr, llevando esta munición porque supuestamente había esperado levantar un jabalí previamente en el pinar que habíamos cazado. La bala impactó de lleno en mi ombligo, permitiendo que mi intestino saliese a la luz y salió por mi espalda, afectando los nervios de mi pierna izquierda, que para siempre quedó afectada. 
Pasaron 45 minutos hasta que el helicóptero pudo venir y llevarme al hospital, estando consciente en todo momento y siendo mi padre quien me realizó los primeros auxilios y me dio las fuerzas necesarias para a día de hoy, poder estar aquí respondiendo a esta entrevista, tras dos años de rehabilitación para abandonar la silla de ruedas que me impedía saltar las lomas en busca de más lances cinegéticos. 


TC. ¿Qué sensaciones tuviste? 

MM. La primera sensación fue de quemazón y dolor a la vez, mirándome la barriga y sabiendo que era lo que me estaba pasando, ya que como antes he dicho, con quince años ya llevaba nueve cazando, por lo que entendía de lo que hablaba, de igual modo que era consciente de lo que una bala de escopeta es capaz de hacer en un cuerpo. 
Pasaban los minutos y mis fuerzas eran cada vez menores, agravando el miedo y llanto de mi padre y llegando yo misma a pensar, que aquella sería la última vez que estaría a su lado, ya que mi vida se apagaba con cada gota de sangre que salía de mi cuerpo. 


TC. Después de superar ese momento, ¿qué reflexión o conclusión interna sacaste? 

MM. La única conclusión que saqué es que las heridas que se hacen el monte, en el monte han de curar, es por ello que a los diez meses de mi accidente, sin casi poder aún andar y teniendo unas pesadillas horrorosas la noche anterior, me vestí mis atuendos de caza, y me fui a disfrutar del primer día de media veda junto a mi padre, recuperando a aquella María que aquel 24 de Octubre dejó de ser quien era para preocuparse solo por agarrarse a la vida. 


TC. ¿Nos puedes relatar el lance cinegético que más te haya marcado? Indudablemente obviamos el anterior. 

MM. Creo que todo lance vivido queda marcado en el corazón de un cazador para siempre, pero sin duda alguna, lo que jamás olvidaré fue aquella noche, cuando controlaba unos frutales con mi padre, debido a una llamada del dueño porque los jabalíes le estaban haciendo muchísimo daño. Teníamos un amigo que quería un ejemplar de tamaño mediano para comérselo en los días próximos, así que me decidí a tirar a uno de los tres jabalíes que tranquilos, comían albaricoques y jugaban con los goteros en busca de agua. 
Al encender la luz, uno de ellos se paró en seco, haciéndome con él de un certero disparo. Pero mi sorpresa llegó cuando ví a los otros dos que se estaban detrás de aquel y habían sido enganchados también por esa bala, teniendo que rematarlos de inmediato y siendo un lance inolvidable y sorprendente. 


TC. ¿Cuál es el valor que según tu criterio tiene la caza? 

MM. La caza para mi no tiene un valor en especial, sino que está integrada por todos los valores que una persona debe adquirir a lo largo de su vida. 
La caza es conservación, respeto, compañerismo, amor, amistad; es entender la vida desde lo natural y comprender cada detalle, cada comportamiento de un animal por sobrevivir en épocas duras o malas; es saber seleccionar aquellos ejemplares que sean aptos para abatir, respetando las vedas y cotos y mostrando que el verdadero cazador no mata por un mero placer personal, sino que a la vez, esta ayudando al desarrollo de una especie o al control de la misma. 
La caza es en resumen, un estilo de vida que solo algunos comprendemos. 


TC. ¿Qué futuro crees que le depara a la caza? 

MM. Hoy en día parece bastante incierto hablar del futuro de esta afición, pero creo que somos muchos los cazadores dispuestos a luchar y a salir a la calle para defenderla y reivindicar que tenemos derecho a poder seguir disfrutando de ella, como hicimos el pasado 5 de Junio en la manifestación de Madrid. 
Aún así, siempre he dicho y mantengo, que nos falta unión en nuestro colectivo, pues miramos para otro lado cuando a nuestra modalidad no le afecta una ley, mientras compañeros nuestros luchan contra ella, poniéndonos un punto en contra a todo el colectivo. 
Pero pienso, que si todos nos seguimos uniendo día a día, seremos invencibles, y la caza seguirá siendo el motivo por el que las sonrisas iluminen nuestras caras.




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