jueves, 2 de noviembre de 2017

Carta de la web

Terroristas del mechero.


De vulgaridad queda remitirse a un mechero, para argumentar los atentados que se sufren a diario contra los seres vivos, esos que en la etapa educativa primaria todos bien aprendimos, plantas, animales y personas. De fácil memorización, pero de imposible ejecución para según quien. 

El lamento se hace necesario a la hora de asimilar, como los principios fundamentales que se nos presumen a las personas, se desdeñan y maltratan. Nos erigimos en favor de leyes contundentes que castiguen a las personas que perpetren el mínimo insulto a lo sagrado, la fauna y la flora. Pero el cerillazo, aparte de ser cobarde e irracional, campa a sus anchas por nuestros montes, porque son nuestros y pertenecen a nuestro patrimonio, haya o no propiedad privada de por medio.

Escuchando, viendo y leyendo los medios de comunicación, que estos días ponen el grito en el cielo por la barbarie incendiaria, se sacan muchas conclusiones. Demasiado hay que mejorar, y aunque como toda enseñanza surge de la base, con la constructiva concienciación, y sin obviar el estado del campo, abandonado en cuerpo y alma por una deficiente ordenanza, cabe aseverar lo más preocupante, la insolvente ley.

Solo el 3% de los incendios provocados encuentran a sus ejecutores, posteriormente de ese irrisorio porcentaje deben ser juzgados y condenados, con penas que no suelen superar los dos años de condena.

Llamemos a estos incendios por su nombre, no son personas con desequilibrios cognitivos que derivan en el gusto por la llama, se ha demostrado que son auténticas bandas organizadas que asesinan a las plantas, a los animales, y que ponen en peligro a las personas, hasta el punto de perder todo, incluso en ocasiones hasta su vida.

Quemar 35000 hectáreas con todo lo que conlleva no puede salir indemne, asesinar a cuatro inocentes tampoco, abrasar a infinitos animales es mucho más que el mal llamado maltrato populista del desconocimiento.

Nunca máis, y duro con los terroristas.


Manu.V