lunes, 13 de julio de 2020

Coto abierto

CAZAMONTERO. Cuenta Instagram
Las RRSS son un activo en la actualidad. Por ello, hoy os traemos a todo_caza Instagram, una de las más incipientes cuentas cinegéticas. 

Todo comenzó como una forma de entretenimiento, una tarde comiendo pistachos a los pies de la chimenea, se nos ocurrió empezar a compartir (plasmar vivencias, entresijos, dificultades que iban apareciendo por el camino también, porque no todo es como se ve, hay muchas circunstancias en las que el corazón se te encoje y piensas cómo se te habrá ocurrido llegar hasta allí, a esa hora, a ese sitio y sin esa cosa que ahora tanto necesitas) las imágenes que tanto nos gusta tener para el recuerdo de todas las aventuras que vivimos juntos cuando salimos al campo, tantas que fácilmente darían para escribir un libro que a más de uno identificaría. 



Los madrugones para los recechos al alba en el primer coto del que nos distanciaban 140 kilómetros desde casa, para la búsqueda del rey del monte en plena berrea o incluso las varias noches de regreso de cenas de empresa o compromisos que no terminaban con el descanso que todo hijo de vecino haría, sino que continuaban con el cambio de corbata y tacón por forro polar con olor a jara, botas de montaña y una mochila llena de afición directos al coche rumbo al amanecer de Sevilleja de la Jara; aquella finca en la que tanto, tantísimo hemos respirado y disfrutado tras largas e incesantes jornadas de trabajo, que sólo nosotros sabemos y tantos lectores pueden imaginarse; porque esto a lo que llaman caza, en más ocasiones de las que nos imaginamos sirve de psicóloga, terapia y como antes mencionaba de hondo respiro, ese aire puro y fresco que te llena los pulmones de esperanza, sosiego y paz, esa que no encuentras en ningún otro lugar.



Tantas búsquedas a sonido de butolo detrás del duende que nunca se ve, o que tú crees que nunca se ve… Que especiales son, tan bello animal que aparece jugueteando a los pies de los valles, sin distraerse lo más mínimo, ni alejarse de la maleza que les salva la vida. Cuanta adrenalina recorre el cuerpo cuando entra en la mira de tu visor, quieto, con ese morro negro que bien podría simular una mora, mirándote fijamente, sabiendo que después de la ladra, tendrá que dar el salto con más pericia de toda su vida.



Aquellas tardes de decisión, dos minutos antes de la salida del trabajo, aún a sabiendas que el anochecer nos pillaría llegando al destino; de cambio rápido en el coche (siempre llevamos ropa preparada en el maletero, conocedores de las locuras que pueden entrarnos si necesitamos ese escape al atardecer), mientras Santiago conducía, siempre concentrados y pensando qué nos iba a deparar la noche. Llegando al coto con la última decena de rayos de sol que se iban escondiendo, para dar paso a la más ansiada noche de la semana…

La espera. La única que tal vez se decida en esta vida, todas las demás van acompañadas de otro tipo de incertidumbre, más o menos agradable; pero ésta, en concreto, es la espera del disfrute en silencio y al mismo tiempo los ensordecedor es sonidos del monte… El chasquido de las ramas que van absorbiendo el rocío de la noche de no sabemos qué animal, las mismas que sin remedio te generan taquicardias de felicidad en el instante en que las oyes, la liebre que se presenta dando saltos de prudencia en el comedero para investigar qué puede haber esa noche allí que le agrade , la pareja de perdices que se asoman, no sin antes inspeccionar la hembra el escenario (que belleza de animal -pensamos nosotros- el más fiel y leal, y sin duda el que más caracteriza nuestra historia, siempre tan unidos, sin separarse uno de otro, pero al mismo tiempo volando a su aire aún con el mismo fin y en la exacta dirección), hasta que aparece el silencio sepulcral, y digo aparece porque es tal y conforme suena la palabra; llevas toda la noche escuchando el silencio, ese del que os hablamos, hasta que de repente y verdaderamente todo se paraliza y no escuchas más que la elegancia, la hombría que consigo trae, sus cortos y firmes pasos hasta asomarse y estar seguro de salir al ruedo del comedero, siempre olisqueando, sin bajar la guardia en ningún momento y nunca dejarse fiar por más que parezca noche tranquila, chasqueando amoladeras y colmillos, trofeos que para el que aguarda tan poco relucen en una noche cualquiera, reinando en la noche la luna o el manto negro más espeso que colorea el cielo. Inexplicable la sensación cuando Santiago me da en el brazo para cerciorarse de que estoy oyendo lo mismo que él, porque si bien es sabido que la regla número 1 en la espera es el silencio del que aguarda, cierto es que casi en todas las veces él es quién me “chiva” la entrada del solitario, pero recuerdo orgullosa que en esta ocasión ya estaba Lucía con los ojos como platos y la mano en la oreja en forma de embudo para intentar escuchar hasta el más mínimo sonido, cuando noté el toque en mi brazo. El aire estaba de nuestra parte esta noche, y fue de las más especiales que recuerdo, desde el lance con nuestro adorado Bergara con el que le dio batida, hasta cómo arreglárnoslas para conseguir subirlo al maletero del coche, porque como no, era nuestro deber que del maravilloso lance todo se aprovechase, incluida la carne del animal abatido, sabiendo de igual forma que la jefa nos iba a llamar la atención si le decíamos a la mañana siguiente que no la habíamos aprovechado.

Podría pasarme horas recordando historias aun siendo corta nuestra historia de caza en pareja. Es de lo más bonito que resalto de esta afición, en el primer momento en que preparas un arma y un morral empiezas a escribir una historia sin darte apenas cuenta, y cuantas veces no me negaréis que todo cazador hemos puesto en boca la típica frase: ¡Para escribir un libro!

Batallas y batallas que repetiríamos sin dudar, y por encima de todo, con la misma compañía, nuestra pareja de dos (que ahora somos tres), y en muchas otras ocasiones acompañados de personas maravillosas. Porque en este mundo nuestro, que papel tan importante se lleva una buena conversación mientras brilla el sol en el taco de una montería sentados en el risco más alto de la mancha, dónde tu vista todo lo puede ver, sintiendo ser la persona más poderosa del mundo, con un trozo de salchichón en la mano sin descuidar el rifle en la otra, riendo en voz baja, con padres, abuelos, tíos, primos o amigos… Es la sensación más gratificante pasando por encima el mejor trofeo del mundo o aquel lance soñado al venao de tu vida, que se te escapó mientras empinabas la botella de vino que te acercó tu padre.

Desde luego esta bonita afición que tantos y tantos entendemos, y me enorgullece especificar que en ambos géneros, cada vez más, crea sin duda ese tipo de sustancia en nuestro organismo llamada endorfina, que tantos corredores y boxeadores conocen, reinventándose en nuestros cuerpos en forma de felicidad; momentos que también hay que saber apreciar a la hora de disfrutar la jornada de cacería , sea de la modalidad que sea, desde el minuto uno que suena el despertador y te hace levantarte dos horas antes de las que sueles para ir a trabajar, con una energía que ya quisieras tener el lunes siguiente.

De esto trata nuestra cuenta, algo tan sencillo como narrar las historias que en tu vida y con la mezcla de tu afición van sucediendo. Como no decir, que lo que para nosotros comenzó como un simple pasatiempo, se ha convertido en una parte muy importante de nuestro día a día, por tantas muestras de cariño recibidas, ánimo para seguir haciendo que la caza esté viva, e incentivar la frase que más nos motiva:

SÓLO ENTIENDE NUESTRA LOCURA, QUIÉN COMPARTE NUESTRA PASIÓN.

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