Error humano, no imprudencia.

La caza ha cambiado. La necesidad por subsistencia es nula. El armamento y balística es diferente, mucho más potente y acaparador. Los tiraderos son distintos, desapareciendo la vereda, para adecuar el testero.
A ésto se le suma que un gran porcentaje de los cazadores no viven en suelo rural, debido a la globalización urbanita.
Por último, la propia condición humana, en el que la codicia ahoga a la ética.
Si el refranero nos explica que los humanos no nos adelantamos al fracaso, nos solemos dejar llevar por la deriva, y una vez demostrado el fiasco, intentamos solucionarlo. Suena a disco rayado, el paulatino discurso que presidentes, capitanes de montería y postores declaman cada vez que hay una concentración cinegética.
Abríamos con una pregunta, a la que cabe responder con otra. ¿Cuántos cazadores ya no están con nosotros por imprudencias evitables?