viernes, 2 de octubre de 2020

Carta de la web

No sin rehala


Octubre, mes de la caza por antonomasia, la larga espera descuenta los días de acercamiento hacia la hilaridad del campo. Nunca antes la soledad proporcionó tanto bullicio interno. 

Este año pasará a la historia, se reflejará en los libros, si éstos todavía tienen cabida en una sociedad que observa tan detrás de una pantalla, habrá estudios, versiones y se amoldará en función de las sociedades e incidencia de la pandemia.

Ante tal abrumador episodio, nuestro sector estará relegado al ostracismo, como otros, por lo que seremos nosotros los que sacaremos conclusiones y, sobre todo, experimentemos los resultados.

Asolará puestos de trabajo rurales de forma directa e indirecta, disminuirá la inversión en los campos y cinegéticamente, quién sabe.

Muchas son las monterías que ya han sido anuladas, por lo que vislumbrar todo lo que se resume en ese abrazo y apretón de manos es cuestión de cada uno. Todos sabemos lo que conlleva.

Queremos detenernos en los protagonistas vitales de la montería, canes y rehaleros.

A contracorriente en un mundo que se aleja de lo campestre, esta pasión conlleva un esfuerzo anual tanto en dedicación como en dinero.
Dos años de mantenimiento, dos años sin salir al monte, dos años de inversión, dos años viendo a los fieles compañeros en sus perreras. ¿Es viable?

Se anticipaba con su artículo en septiembre Dani León, nuestro colaborador especializado en el perro de caza. Decía "Rehalas, ¿afición o negocio?"

Se abre un melón de difícil digestión, desde estas líneas solo enviar a los amigos rehaleros un fuerte abrazo, y esperar que esta pandemia que tanta levitación interior nos ha suscitado, fortalezca el infinito agradecimiento a perros y rehaleros.

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