jueves, 21 de abril de 2022

Hablando de campo, con Poveda

REHALERO

Hola a todos, una vez más estoy aquí para contaros algunas de mis vivencias camperas.

Hoy quería hablaros de cómo es un día de caza con la rehala. Haciendo un pequeño homenaje a mi amigo Juan Manuel Montero, que me permite vivir y conocer la montería desde un punto de vista diferente.

Por todos es conocido mi gusto por los perros y la montería, y que mejor manera de disfrutarla que subiendo cerros y rompiendo jaras al lado de los canes.

Desde bien temprano toca ir a cargar, los ladridos se oyen a lo lejos, y al abrir las puertas de la perrera los animales suben ordenadamente cada uno a su jaula, sabiendo que un bonito día de campo tenemos por delante.

Una vez cargados los perros, ponemos rumbo al lugar de la montería, no importan los kilómetros, la ilusión se ve en cada uno de nosotros, y no faltan por supuesto los fandangos y el flamenco que nos acompañarán en el viaje.

Llegamos al destino, revisamos el remolque, todo bien, toca ir a almorzar y allí el reencuentro con amigos, saludos, abrazos y presentación de algún nuevo compañero, ya que en esta afición además de aprender cada día, siempre haces nuevas amistades.

Una vez los monteros se colocan en las posturas, nos dirigimos al cazadero, los perros ladran en el remolque, saben que estamos a punto de comenzar, están nerviosos y la tensión se palpa en cada uno de ellos.

Por fin llegamos, ya sabemos la mano que hoy nos toca. Nos ponemos la ropa de batalla ya que hay que ir bien protegido a la vez que visibles y seguros para evitar accidentes.

Comienza la suelta, (para mí es uno de los momentos más bonitos) los perros salen del remolque como una exhalación mientras, guiados por el puntero cogen monte adentro y comienzan las primeras ladras. Suenan los disparos, comienzan los agarres, y Juanma sin dudarlo corre a rematar ese cochino, que de lo contrario podría pincharnos algún perro.

La tensión y la escucha que tenemos en un puesto es muy intensa, pero cuando estas dentro del monte viendo saltar las reses, sintiendo a los cochinos romper por donde pasan, junto con esa melodía que produce el latir de los perros al correr tras ellos, constituyen un escenario del que es imposible no enamorarse.

Poco a poco la cacería acaba, es hora de recoger, suenan las caracolas, silbidos, voces y cruzamos los dedos para que todos vuelvan rápido y sobre todo sin ningún percance que lamentar. Por si acaso tenemos el botiquín preparado aunque lo ideal sería no tener que utilizarlo.

Recogida la rehala, toca quitarse el mono, los zahones, asearnos y poner rumbo al restaurante a reponer fuerzas. Comemos, contamos hazañas y con esto el día va llegando a su fin.

Toca regresar, viaje de vuelta, a cerrar los canes, darle su más que merecida comida y esperar con ilusión (aunque hoy estemos agotados) el siguiente día de montería.

¡VIVA LA REHALA!

¡VIVA LA CAZA!

Poveda Espinosa para www.territoriocinegetico.com

Vístete con Territorio Cinegético
Visita nuestra marca en www.territoriocinegetico.com

Enlace Decathlon Solognac