viernes, 29 de octubre de 2021

De barrera a barrera

CARLOS CASILDA

Entrevistamos a Carlos Casilda, cazador extremeño con una sensacional interpretación del buen hacer cinegético.
TC. Muy buenas Carlos. Reconocido cazador extremeño con infinitas facetas dentro del sector. Pero antes de adentrarnos en materia. ¿Quién es Carlos Casilda?

CC. No creo que sea el más adecuado para contestar a ésta pregunta, debería de hacerlo alguien de mi entorno que me conozca de sobra, pero como no queda otra que contestar… Carlos Casilda es un apasionado de la Naturaleza, que se crió en un entorno rural, donde la vida y la muerte están separadas por una delgada línea que se rompe a su antojo. Ganadero, agricultor, pescador, recolector y por supuesto cazador, dedicado durante gran parte de su vida a la burocracia administrativa, actualmente vendedor deportivo de su pasión, la caza, en Decathlon Badajoz.


TC. ¿Desde cuándo y por qué te viene la afición por la caza?

CC. Realmente no soy consciente del momento en el que me hice cazador. Mis primeros recuerdos de caza se remontan a la corta edad de cuatro o cinco añitos, sentado en el aguardo detrás de mi padre, con la única preocupación de sujetar el paquete de galletas “El Príncipe”, intentando que mi perro King no me las robase cuando volvía de cobrar los zorzales.
El porqué, es una buena pregunta. Es probable que no haya un porqué, es probable que simplemente vaya dentro de cada persona, es, ese instinto de supervivencia, ese instinto depredador que llevamos en los genes, pero a la vez, es cuidado, es mimo hacia el entorno, un amor incondicional a la naturaleza, al campo, a eso que te da la vida y que a su vez te la quita.


TC. ¿Cuál es la modalidad que más te gusta?

CC. Aquí me pones en un aprieto y de los gordos.
La mayoría de las personas que me siguen estarán esperando que diga alto, claro y sin dilación que La Montería. Pero es que ando muy a caballo entre ésta, y las esperas al jabalí. Sin duda, nos podríamos centrar en los personajes de la mirada gacha. Todo lo que rodee al jabalí me apasiona, ya sea montería, gancho, espera, rececho o ronda. Todas tienen su encanto y todas como protagonista a nuestro peludo paseante.
La que más practico, sin duda, el aguardo, seguido éste de la montería, es por ello que las podría calificar como favoritas.

TC. Nos relatas brevemente ese lance o vivencia cinegética que más te haya marcado?

CC. Todos en general tienen un sabor especial y único. Realmente como favorito no tengo ninguno. Los tendría afortunadamente de todos los modelos y colores, de aciertos inexplicables, como un disparo precipitado ante un jabalí a gran distancia en contra del sol, que pensé haber fallado y mi amigo Pedro Carlos me llevó al cochino abatido. De fallos inconmensurables como las seis pitorras que le fallé a mi perro “Rá” en una vaguada de menos de cincuenta metros. De miedo como la cochina que en El Bravo entré a rematar a los perros de las rehalas de La Mota y me mordió la punta de la bota tirándome al suelo, agarrándola de nuevo los perros justo encima de mí consiguiéndola abatir entre “pataleones” de perros y marrana justo sobre mí y sin ser capaz de levantarme o de cine, como el primer cochino que vi abatir a mi padre, el cual al primer disparo se precipitó sobre un charco y cuando salía de este y en contra del sol, lo atravesó una Sauvestre soltando una nebulosa roja como en las pelis de Tarantino.

Quizá el último que me marcó, fue la primera res de mi amigo Andrés en montería. Me acompañó aquel día a Valdelacasa junto al amigo Enrique Garrido, era el día del Pilar, imaginaos, bandera de España blandiendo el cielo en el puesto y una collera de venados que se acercan enmontados, nos pasan y le pregunto que por qué no ha jugado lance con ellos, a lo que me contesta que no les veía bien el costado. La montería transcurre y una ladra lejana se va acercando, le digo que se prepare que el venado nos va a entrar y así fue, una vez lo divisamos, lo dejó cumplir hasta unos quince metros donde lo abatió de certero disparo. Ver su cara de ilusión, verlo temblar de emoción, verlo tenerse que sentar porque no podía con las piernas, eso, eso no tiene precio.


TC. ¿Cuál es esa vivencia cinegética que te falta por experimentar?

CC. Pues sin duda muchas, aunque me hace especial ilusión intentar dar caza al Alce, es una espinita que llevo intentando sacar del dedo hace tiempo. Más a tiro algún rececho de rebeco y alguna batida de las del Norte, con auténtico sabor a monte, a caza de pura montaña.


TC. ¿Cuál crees que deben ser los principales valores de un cazador?

CC. Los valores de un cazador que se precie, al menos desde mi punto de vista son claros.

1.- Primero el cuidado y mimo de la naturaleza. Por mucho que se empeñen algunos, la naturaleza necesita de la mano del hombre como principal actor de la pirámide trófica, por lo que hay que estar al tanto de las necesidades que nuestro entorno pueda tener, aportando aquello que las especies no tienen y eliminando el exceso de aquello otro que puede constituir un peligro para el equilibrio, tanto vegetal como animal.

2.- Respetar las tradiciones y a nuestros mayores. Esto no quiere decir que la tecnología avance y nos ponga al alcance de la mano facilidades que antaño no existían. Pero precisamente por ello hay que servirnos de ellas sin ser víctimas del ansia. Considero de mucho más valor un cochino abatido después de patear sesenta veces la finca, de averiguarle las querencias por las huellas, de calcular los aires, ver el momento adecuado y acertar a cortarle el paso, de mucho más valor, que si no habiendo pisado la finca, lo detectamos a distancia con un térmico y le damos “estopa”. Y me meto en terrenos pantanosos con la afirmación, pero, un térmico bien usado es un maestro de cuidado para todo lo demás, pero también adelanta el trabajo y facilita la caza, por lo que pierde un poco esa esencia, ese encanto, esa incertidumbre.

3.- Respetar siempre a los compañeros. El abatimiento del animal debe de ser el fin, pero no el objetivo. Es decir, considero que todo aquel que acude a cazar pensando únicamente en abatir cualquier especie no es un cazador, creo que es más bien un tirador nato. A cazar se debe acudir con el fin de abatir algún animal en concreto, sí, pero jamás con ánimos de competir con los demás ni de destacar. Son estas “ansias” las que a menudo provocan enfrentamientos y accidentes. A cazar hay que acudir pensando en disfrutar de ese día libre, ese día de disfrute del campo y por supuesto de los compañeros. De ahí que una de las modalidades que prefiera sea la batida o la montería, por el acto social que conlleva.

De ahí podríamos resumir que los principales valores de un cazador deberían ser el Amor, El Respeto, La Admiración y el Temple.


TC. En la actualidad se tilda a la caza de no estar dentro de los gustos de los más jóvenes. ¿Por qué JUVENEX?

CC. JUVENEX nace por la necesidad de mostrar la verdadera cara de la caza dentro de la naturaleza. Nace hace ya doce años con la intención de mitigar el efecto videoconsola, de arrancar a los más pequeños del sillón y mostrarles un mundo cada vez mas desconocido para ellos. El Looby urbanita, el abandono del mundo rural, sus costumbres y la despoblación en algunas zonas, mas las comodidades cada vez mayores en pueblos y ciudades han provocado que la inmensa mayoría de los chavales solo hablen de lo que ven por la televisión, internet o en su círculo más cercano. Era en éste último donde desde siempre ha existido el contacto con la naturaleza, pero que hoy, debido a las nuevas costumbres está totalmente perdido. Por ello, nace JUVENEX, con la intención de acercar a los niños a la naturaleza, para que conozcan que la leche sale de la vaca, no del Mercadona, que el tapón del champán de Navidad viene de la corteza del alcornoque, que la carne de las hamburguesas del payaso o del de la corona vienen de las granjas y que para conseguir todo esto, lleva un proceso, que implica el sacrificio del animal y el trabajo del ser humano. Que todo ello, gira en torno a una “casita” que se llama Dehesa, Sierra o Montaña y que en ella, además de todos estos actores, viven otros muchos que son LIBRES, y que como tal, hay que controlar de alguna manera, y para ello, desde los albores de la humanidad, ha existido LA CAZA.

Nuestras pretensiones siempre han sido mostrarlo así, luego, si algún niño le nace de salir a coger espárragos, setas, a pescar, decide tener un corderito en casa o criar un cerdo, pues bienvenido sea. Y ya, si le llama la curiosidad de la caza, pues mejor que mejor.

Podría derramar litros y litros de tinta escribiendo actividades y eventos organizados por JUVENEX, ya realizados y los que aún aguardan en el cajón, pero para ello os invito simplemente a daros una vuelta por nuestra página de Facebook y verlo con vuestros propios ojos.


TC. Antes lo hemos citado. Pero qué te suscita la palabra jabalí.

CC. Es imaginar la silueta de un gran verraco a la luz de la luna y se me eriza la piel. Es una sensación indescriptible la que me provoca en cualquiera de sus modalidades, una especie que me despierta instintos antónimos, una relación amor/odio únicamente comparable a la que siento por el zorro. Son sin duda mis dos presas favoritas, por su inteligencia, su vivacidad, su energía, su picaresca y su entrega.


TC. ¿Cómo ha evolucionado la caza desde que la conoces, notas diferencias?

CC. Quizá sea una pregunta mas para mi padre que para mi, pero en estos últimos treinta años la cosa ha variado muy mucho. Antiguamente cazábamos casi a diario, los cotos eran los mínimos, la mayoría de los terrenos eran libres y salíamos a cazar casi desde la puerta de casa. Hoy los terrenos libres no existen, la mayoría son cotos y suerte tienes si en el pueblo hay sociedad local, los caminos, riberas y demás son zonas de seguridad por lo que hay que andar con ojo de dónde desenfundas el arma. Antaño, raro era quien compraba alguna ropa exclusivamente para la caza, todos íbamos con las botas viejas unos vaqueros desgastados y el jersey de lana al que se le habían saltado algunos puntos. Hoy día y gracias a la globalización, salimos con prendas específicas para cada modalidad, lejos quedaron aquellos tiempos en los que llegabas a casa con las botas silbando cuando escupían el agua acumulada en los calcetines, calado hasta la pantorrilla del resencio de la noche, hoy hay botas en las que ni te enteras de andar por encima de los charcos, prendas totalmente impermeables y que no te “asan” de calor, vamos a los aguardos con sillas más cómodas que el sillón de nuestra casa y no nos acordamos del almohadón encima de la piedra de antaño o de aquellas primeras sillas plegables de tela. La caza, como todo, ha sufrido una revolución que para nuestra comodidad ha venido como anillo al dedo, y creo, que no habrá quien lo pare, seguiremos evolucionando y por ello considero muy importante transmitir los valores de nuestros mayores, para que no se pierda ni se desvirtúe la verdadera esencia de la caza. Decía Ortega y Gasset, que –“la caza, sin dificultad, no es caza”.-


TC. ¿Qué futuro crees que le depara a la caza?

CC. El futuro siempre es incierto, pero la continuidad de la caza al menos en el mundo rural está asegurada.
Han nacido numerosas asociaciones que luchan en la misma dirección que la nuestra y poco a poco se van poniendo hitos en el camino. La caza siempre estará en el corazón de la naturaleza y de ahí no se podrá sesgar, por mucho que los mal llamados “ecologistas” se empeñen, la caza siempre irá ligada al campo por mucho que la sociedad quiera ponerle una venda a los ojos a los urbanitas que seguirán viviendo en su burbuja ideal, donde todo es felicidad y la muerte no existe salvo en las morgues y tanatorios, donde la guerra fue cosa del pasado y el suelo está lleno de suave césped como el de los Teletubbies. Ellos seguirán saltando exaltados y violentos exigiendo el fin de nuestra actividad, practicando precisamente aquellas actitudes que predican no consentir mientras nosotros seguiremos con la vida real, donde el lobo cuando tiene hambre ataca, cuando ataca pierde el control y mata cuanto puede, donde la zorra, por mucho que conviva con la liebre, si tiene la oportunidad se la “zampará”, donde el jabalí, como libre que es, levantará con su trompa una repoblación buscando la bellota que hemos enterrado para que nazca una encina y así sucesivamente con todas y cada una de las especies autóctonas que pueblan nuestras sierras, nuestros montes, porque, que no se olviden éstos “naturalistas” de salón, que los bosques son nuestros porque los pisamos, los andamos, los cuidamos, les aportamos sus carencias y les quitamos sus excesos mientras ellos siguen tumbados en su acolchado césped esperando la tostada y la papilla de las subvenciones.


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